sabato 25 agosto 2012

Capitulo 7




Sentía el cuerpo tenso y dispuesto y los movimientos de Mariana no hacían más que excitarlo, llevándolo hasta el límite de su autocontrol.

-Mariana -susurró- No me rechaces.
¿Había sonado a súplica? No, el marqués de Lanzani nunca suplicaba, pensó Mariana.

-Dame lo que deseo -continuó a la vez que recorría la delicada piel del cuello femenino, hasta alcanzar la firme barbilla, que mordisqueó ligeramente, con suavidad, provocando un leve estremecimiento en la columna de Mariana.

-No puedo -se le escapó con voz ahogada y temblorosa.

-¿Por qué? -insistió él sin dejar de recorrerla con los labios, con la lengua. Sin soltarle las manos y apretándose contra sus tentadoras curvas- Eres mi esposa.

Descendió hacia el tentador escote y dejó que su lengua jugueteara sobre el nacimiento de los senos, que apenas asomaban en la discreta abertura del vestido.
La humedad cálida de la lengua volvió a estremecerla y un gemido involuntario escapó de sus labios.

Sin dejar de prodigarle sus atenciones, una sonrisa de satisfacción asomó a los labios de Mariana.
Después de todo su querida esposa no era tan inmune a él como quería demostrar o al menos no a sus caricias.
Liberó las manos de Mariana y las suyas se encaminaron hacia las caderas, donde se posaron tan solo unos segundos, antes de comenzar a levantar la voluminosa falda del vestido.

Sintió la pequeña mano de Mariana sobre su muñeca, tratando de detenerlo, ignoró el esfuerzo de la joven y sin demora buscó la unión entre sus piernas.
Se sentía ansioso por acariciarla, por sentirla rodeándolo. Mientras sus manos exploraban las zonas más intimas de Mariana, su boca había vuelto al asalto, apoderándose de sus labios, robándole nuevamente el aire.
Se sentía mareada y confundida por las sensaciones que su cuerpo comenzaba a sentir ante las audaces caricias de Peter.

Pudo tomar una bocanada de aire cuando el marqués abandonó su boca para recorrer nuevamente su cuello.
En el momento que los dedos de Peter comenzaron a deslizarse sobre su intimidad, fue consciente de lo que estaba a punto de suceder y un gemido de pánico escapó de su boca.

-Peter -musitó sin fuerzas.
Él no parecía escucharla, continuando con su exploración y sus caricias.

-Aquí no, por favor -las palabras salieron acompañadas de un sollozo que sí logró captar la atención del marqués, que al instante pareció reaccionar, dándose cuenta de que había estado a punto de consumar su matrimonio en los establos.

Con un gruñido de frustración se separó ligeramente, dejando que las faldas volvieran a su sitio.
Durante unos segundos sus miradas se encontraron a través de la tenue luz que envolvía la cuadra, e Mariana se estremeció ante la intensidad y la fuerza que sintió en la de su esposo.

-Vamos -ordenó tomándola de la mano y saliendo del establo.


Continuará…

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