venerdì 7 settembre 2012

Capitulo 16





Holaaaaa!! Les dejo novela!
Firmen y subo :) besos.

Capitulo 16:

Mariana cerró fuertemente los ojos, sintiendo un dolor en el corazón que no había sentido nunca antes. Un latido después notó cómo las manos de Peter le asían sus brazos, pero no con fuerza, sino con suavidad y ternura. Lentamente abrió los ojos para descubrir una tenue sonrisa en los labios de su esposo. Lo que dijo a continuación provocó que el corazón de Inés se desbocara.

- Escúchame Mariana, nunca oirás que tengo una amante porque nunca tendré ninguna. He luchado demasiado para conseguirte y no voy a perderte ahora por algo que no va a suceder mientras sigas a mi lado.

Sin apartar su oscura mirada se fue acercando lentamente hacia ella hasta que sus labios se rozaron en una ligera caricia. Pero la pasión tanto tiempo retenida ganó la batalla y el beso pronto se convirtió en la representación de la pasión que los embargaba. 


Mariana se estiró sobre las sábanas, desperezándose, cuando la luz que se colaba por entre los cortinajes la despertó.
Se encontraba sola en el lecho y no pudo evitar sentir un ligero pinchado de desilusión, aunque no tardó en aflorar a sus labios una sonrisa traviesa y cargada de satisfacción.
Los recuerdos de la noche pasada aún permanecían frescos en su memoria y al recordarlos, un ligero rubor tiñó sus mejillas.
¿Quién le hubiera dicho a ella que el estirado, serio y estricto marqués de Lanzani iba a ser un hombre tan apasionado?
Jamás lo habría sospechado, pero así era y ahora era su esposa. La sonrisa se ensanchó en su boca al pensar en todas las noches que estaban por venir, y un hormigueo de anticipación se extendió por sus entrañas.

Saltó de la cama antes de que sus pensamientos la trastornaran más de lo que ya estaba y comenzó a asearse.
No sabía que planes tendría su esposo y si cumpliría su promesa de salir a cabalgar con ella, pero por el momento necesitaba llenar el estómago que hacía un buen rato estaba protestando.

Bajó las escaleras tarareando la melodía de una cancioncilla popular mientras dirigía sus pasos hacia el comedor.
La escena que se encontró la hizo enmudecer a la vez que sus ojos se abrían, enormes, por la sorpresa.

-Mamá... ¿qué haces aquí? ¿Ha sucedido algo? -preguntó con recelo acercándose a Emilia, a la vez que lanzaba miradas preocupadas hacia Peter.
La sonrisa que mostraron ambos la descolocó un poco.

-No hija, no ha sucedido nada -la tranquilizó la mujer- tan solo he venido a pasar unos días, para hacerte compañía mientras te habitúas a tu nuevo hogar.
Elevó las cejas y miró a Peter de forma interrogante.
Él tan solo se encogió de hombros restándole importancia a la vez que decía:

-Me pediste que la invitara y lo hice.

-Sí, fue muy amable de su parte -continuó Emilia, aunque su hija no la miraba a ella, sino que continuaba observando a Peter ¿cuánto más la iba a sorprender aquel hombre?- Hubiera venido ayer como habíamos quedado, pero un problemilla de última hora me lo impidió, teniendo que retrasar mi visita hasta esta mañana.
Mariana no escuchó la explicación de su madre. Había tomado asiento de forma mecánica y observaba la taza que el criado acababa de colocar ante ella, llena de humeante chocolate.
La había complacido, el día del enlace le había pedido que invitara a su madre y él lo había hecho, por darle el gusto. Seguramente eso había sido lo que había ido a hablar con Don Nico cuando la fue a buscar a su casa. Ella había estado dispuesta a pensar lo peor de él y estaba descubriendo que era un hombre, además de apasionado, de palabra.
Se mordió el labio inferior, después de todo parecía que se había equivocado del todo al prejuzgar al marqués. ¿Habría más sorpresas agradables sobre su esposo y su carácter? Esperaba que sí, porque aunque le costaba reconocerlo, comenzaba a gustarle lo que había descubierto hasta el momento.

-No pareces muy ilusionada con la visita de tu madre, Mariana -apuntó Peter un tanto decepcionado.

-¡Oh! disculpadme -se excusó a la vez que dejaba aflorar una sonrisa estupenda que le iluminó el rostro y a Peter le calentó el pecho- Realmente me parece maravilloso que mamá pueda acompañarme durante unos días -añadió dirigiendo su mirada hacia Emilia- ¡Gracias! -dijo volviendo a mirarlo al él.

El calor que se había instalado en su pecho con la sonrisa de Mariana, se extendió por el resto del cuerpo al contemplar la verde mirada de su esposa cargada de agradecimiento.
Se limitó a asentir y con dificultad apartó la mirada, carraspeó y apartando el plato que tenía ante él se puso en pie.

-Tengo asuntos que atender, si me disculpan -lo que menos le apetecía en esos momentos era irse, pero si continuaba en el salón y su esposa seguía mirándolo de aquella manera, terminaría siendo más que evidente el deseo que lo inflamaba por dentro y que ya comenzaba a manifestarse de forma demasiado evidente- nos vemos a la hora del almuerzo.
Mariana asintió y casi al instante lo vio desaparecer de la estancia.

-¿Te encuentras bien? Te noto extraña -preguntó Emilia a su hija una vez se quedaron solas- ¿Va todo bien entre el marqués y tú?

-Todo lo bien que se podía esperar.

La ambigua respuesta de su hija no la sacó de dudas, pero conociéndola como la conocía, no podía significar que las cosas fueran mal, las miradas que habían cruzado entre ellos, al menos, así se lo hicieron ver.
Con una ligera sonrisa de satisfacción en los labios, se llevó la taza hasta ellos y disfrutó del suculento y sabroso brebaje.
Tenía que admitir que por una vez en la vida, las acciones de Nico no habían sido un error.

Continuará…

domenica 2 settembre 2012

Capitulo 15




Hola, soy Marti!!
Bueno ya estamos al capitulo 15 de esta nove pero la verdad que aunque hayan visitas no hay firmas. Yo sigo posteando pero quesiera que firmaran, me gustaria saber si les gusta o no. Porque si no quieren esa yo interrumpo todo, pero si no firman nunca no puedo saberlo!
Espero que hayan firmas aunque sea solo para decir que no les gusta! besos :)
 (Gracias 'china' por firmar jajaj)

Capitulo 15:

Peter se frotó el rostro con las manos, que después se pasó por el cabello. Expulsó el aire y contempló las titilantes llamas de las velas que iluminaban la sala.
Siempre había imaginado que su vida junto a Mariana no sería fácil, pero los acontecimientos del día habían superado con creces sus expectativas. Y para terminar de rematar la jornada, con su estallido de furia había provocado el llanto de Mariana.
Había pensado salir tras ella, pero desistió al pensar en que Mariana lo rechazaría. Quizás lo que Rocio había creído que eran celos no era más que una de las demostraciones de mal humor de su esposa y la pasión con la que había respondido a sus caricias y sus besos eran fingidos.
Descargó el puño con fuerza sobre el reposabrazos del sillón, la frustración y el deseo de volver a tener a su esposa entre sus brazos lo estaban volviendo loco, y las dudas que comenzaban a atormentarlo no ayudaban demasiado a mejorar su estado de ánimo.
¿Quizás después de todo Mariana y Gastón sí estaban enamorados y él había sido injusto al separarlos?
Pero ya estaba hecho, ella era suya y así seguiría siendo, le gustara o no.

Era ya muy tarde cuando decidió retirarse.
Al entrar en el dormitorio contempló el cuerpo dormido de Mariana y el deseo lo asaltó nuevamente de manera salvaje. Esa mujer tenía algo que hacía aflorar sus instintos más básicos y primarios. Apretó los puños durante unos instantes, tratando de dominar la lujuria que se había apoderado de él.
Pero al meterse bajo las sábanas y sentir la tibieza del cuerpo dormido de Mariana las ganas de ella volvieron con más fuerza.
Suspiró, le dio la espalda y trató de ignorarla.

Peter era muy consciente del cuerpo cálido de su esposa tan próximo al suyo, que estaba tirante como una cuerda. En un esfuerzo supremo para no pensar más en ella cerró los ojos con fuerza para llamar al sueño que le era huidizo esa noche. Sin darse cuenta empezó a relajarse un poco al escuchar la respiración acompasada de Mariana y allí en su cama matrimonial se dio cuenta que no podría dejar a Inés, la amaba tanto y durante demasiado tiempo que su marcha sería su ruina. Se giró despacio y mirando al techo de dosel de su cama sintió aún más cerca la presencia de su esposa.

Se había quedado medio dormido cuando un ligero movimiento le despertó, se acababa de dar cuenta que Mariana gemía en sueños, observándola, con cuidado de no despertarla se acercó un poco más a ella. Mariana, en medio de un placentero sueño, se giró de repente, gimió un nombre – Peter – y apoyó su blanco brazo sobre el pecho de su esposo. El suspiro de placer que exhaló a continuación llegó a lo más profundo del corazón de Peter. Si en sueños podía decir su nombre y suspirar así no podría estar realmente muy enfadada con él. La tensión y el malestar acumulado en las últimas horas se disiparon como la niebla con la llegada del amanecer.

Lentamente entrelazó sus dedos con los de Mariana, sin siquiera pensarlo su pulgar empezó a acariciar suavemente con movimientos circulares el dorso de la mano de Marianas. Seguía pensando en todo lo acontecido ese día cuando su esposa se acercó aun más a él y apoyó delicadamente la cabeza en su hombro. La pasión de Peter se desbocó como un caballo en plena batalla, apretando los dientes para no sucumbir a ella. En cuanto giró la cabeza para mirar a Mariana supo que había cometido un error. La respiración que sentía en su cuello, junto con las mejillas arreboladas de Mariana y una pequeña sonrisa que exhibía en sus labios fue demasiado para su fiera determinación de ir despacio y dejarla descansar. Sin apenas respirar para no despertarla se giró y se quedó frente a ella, el brazo de su esposa se había bajado un poco y descansaba en su cintura. Dos cuerpos, uno totalmente relajado, el otro tenso por la anticipación de un beso robado. Con toda la ternura que sentía en esos momentos besó su marfileña frente, sus párpados cerrados, bajó hasta la punta de su pequeña nariz, sus mejillas y a la vez que a Inés se le escaba un suspiro de placer besó las comisuras de su boca.

Cuando se retiró ligeramente para observarla de nuevo vio que ella abría lentamente los ojos, aun soñolientos pero turbados por la pasión que había empezado a controlar su cuerpo. Para satisfacción de Peter no se alejó ni quitó su brazo de la cintura de su esposo. Peter intuía que no tendría otra oportunidad tan buena para disculparse con ella por cómo la había tratado en el salón. Subió su mano hasta la mejilla de Mariana y susurró las palabras que lo habían estado carcomiendo desde que la vio salir corriendo con lágrimas sin derramar en sus hermosos ojos.

- Por favor perdóname por cómo te traté en el salón. No debería haberte agarrado tan fuerte – un suspiro cansado se escapó de sus labios, mientras que Mariana, ya despierta por completo, le escuchaba atentamente. – Además no debería haber dicho eso sobre Gastón, sé que eráis – tragó saliva con fuerza – que sois muy buenos amigos.

Mariana dejó de respirar mientras escuchaba a Peter, podía ver sus ojos llenos de culpa. La humildad de su disculpa le dio fuerzas para sincerarse con él. Peter había sido sincero, podía verlo en su semblante, a ella le correspondía lo mismo, se lo debían el uno al otro. Allí, en la misma cama, susurrando como si alguien pudiera oírlos, Mariana se sintió más cerca de Peter, de poder confiar en él como hombre de lo que siempre se había sentido de Gastón.

- Yo también lamento lo que dije, la verdad es que no lo pensaba, no sé porqué lo dije – susurró. Mordiéndose el labio inferior decidió confiar los pensamientos que le habían estado dando vueltas casi toda la noche. Aclarándose la garganta continuó con voz queda – y sobre lo que dije que no me importaba si tenías amantes, te mentí, no quiero saberlo si las tienes o no.


Continuará…


sabato 1 settembre 2012

Capitulo 14





Después de despedir a Rocio y encargar a uno de sus lacayos que la acompañara para cerciorase llegase bien al pueblo, se dirigió al salón donde lo esperaba su díscola esposa. Comprobaría por sí mismo si lo que de verdad sentía eran celos, su pecho saltaba ante esa posibilidad. Cuando se casó con ella asumió que debería tener paciencia y luchar para hacerse querer, pero si ya sentía celos querría decir que Mariana no estaba de verdad enamorada de su hermano. Al entrar se la encontró sentada de forma remilgada en un sillón cercano a la chimenea. Paseando una mirada hambrienta por su cuerpo cerró la puerta y se dirigió hacia ella, pero a unos pocos pasos se detuvo al ver sus ojos velados por un brillo de enojo, furia contenida y algo más que no podía ni quería vislumbrar. 


La tensión era tan palpable en el ambiente que se podía tocar con los dedos. Tan solo el débil sonido de un alto reloj de torre rompía el silencio.
Mariana no apartó sus ojos de él en ningún momento, enfrentándolo silenciosamente con la barbilla levantada. Esperando una de su regañinas. ¿Con que la iba amenazar esta vez? ¿Con decírselo a su padre?
No lo había hecho antes y tampoco creía que lo fuera hacer ahora. Pero ella no se había portado de manera incorrecta en ningún momento. El marqués podría decir lo que quisiera.
Sin embargo se había quedado frente a ella observándola con atención. Su rostro era tan indescifrable que no pudo adivinar cuan enfadado podía estar. Ella sin duda lo estaba más.

-¿vamos a recibir muchas visitas de este tipo? – le preguntó con voz fría. - ¿acaso todas tus amantes vendrán a casa a saludarme?

-¿Cómo? – preguntó Peter arqueando las cejas.

-Me has escuchado perfectamente – se incorporó cuando las piernas comenzaron a temblarla y con disimulo se estiro la falda bajando por primera vez la vista.

-¿Crees que era mi amante? ¿Piensas que sería capaz de hacer una cosa así? – su voz era tan cortante como el hielo.
Mariana tragó con dificultad y asintió.

-¡Por Dios! – exclamó Peter levantando la vista al techo como si esperara un milagro divino.

-Pero solo quería decirte que no me molesta – le dijo. El corazón saltaba en su pecho a una velocidad de infarto – puedes tener todas las amantes que te de la real gana, pero fuera de mi casa. Ahora te guste o no, yo soy la dueña. Creo que lo que te pido no es nada descabellado.
Peter apretó los dientes con tanta fuerza que pensó que podrían partirse en cualquier momento. ¿Había escuchado bien? ¿Le estaba dando permiso para…?

-Rochi es una buena amiga lo creas o no. En este momento me da igual lo que pienses. – debía sentirse halagado sabiendo que los celos corroían la mente de su esposa, sin embargo se sentía herido, dolido por aquellas palabras. – Me alegro que seas tan compresiva y tan abierta en cuanto a tener otra relación.

-¡Por supuesto! Con un poco de suerte te enamoras de ella y por fin Gastón y yo…
Peter la cogió con fuerza de los brazos mirándola con el rostro ligeramente desfigurado. Sus ojos verdes brillaron con una dureza aplastante.

-¡Nunca! ¿Me oyes? Te prohíbo que nombres a mi hermano delante de mí – la zarandeó sin mucha energía y la tomó el mentón con una mano –No-vuelvas-a-nombrarlo.
En cuanto la soltó Mariana se escabulló pasando juntó a él con rapidez. Estaba asustada.
Nunca había visto al hombre tan furioso. No pudo evitar que sus ojos se abnegaron en lágrimas sin embargo no dejó que ninguna de ellas se escapara de sus ojos. Se acarició el mentón donde él la había agarrado.

-¿Te he hecho daño, Mariana? – la dijo arrepentido dando un paso hacia ella.

-¡No te me acerques! – gritó. No, no la había hecho daño pero si él sufría pensando lo contrario que lo hiciera. – No vuelvas a tocarme nunca más.
El sollozó que dejo escapar en el corredor no fue fingido.

Peter se sentó en el diván dejándose caer. ¡Cuando las cosas parecían ir bien entre ellos siempre ocurría algo!
No culpaba a Rocio, claro que no. Ella era así, e incluso había pensado que de esa forma lo ayudaría en algún sentido. ¡Pues bien! Ahora sabía que Inés era celosa. ¿Qué iba a ganar con ello?
Y Gastón… que podía pensar de Gastón. ¿Acaso había luchado por ella en algún momento? Dudaba incluso que estuvieran enamorados alguna vez.
Si tan solo pudiera lograr que ella abriera los ojos a la realidad. Que se diera cuenta de cuánto la amaba. De cómo se le encendía la sangre cada vez que la veía sonreír. Pareciera que nada de lo que hiciera estaba nunca bien. No sabía cómo actuar frente a ella. 


Mariana salió de la estancia sollozando e incapaz de continuar reprimiendo el llanto. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, empapándolas. No tenía muy claro por qué estaba llorando de aquella manera. Habían sido demasiadas emociones para su primer día de matrimonio y las sensaciones que comenzaban a nacer en ella cada vez que se encontraba con Peter eran intensas y contradictorias.
Quería creer sus propias palabras, cuando le había asegurado que no le importaría que tuviera todas las amantes que deseara, pero en su fuero interno sabía que no lo aceptaría. No soportaba la idea de imaginar a Peter en brazos de otra mujer, pensó sorprendiéndose a sí misma.
Sintió ganas de gritar de frustración y con el dorso de la mano se limpió, con rabia, la humedad del rostro.
Entró en el dormitorio y cerró con un sonoro portazo.
Consiguió desprenderse del vestido sin ayuda. Aunque tendría que mandarlo a reparar, lo había desgarrado ligeramente con sus impetuosos tirones.
Cuando se metió en el lecho estaba un poco más relajada, pero su cabeza continuaba dándole vueltas a mil y una preguntas sobre sus sentimientos, sobre los de Peter, sobre su futuro...
Poco a poco sus ojos se fueron cerrando, el agotamiento, tanto físico como emocional, consiguió dormirla antes de lo que ella misma hubiera sospechado.


Continuará…

venerdì 31 agosto 2012

Capitulo 13




-¿Interrumpo algo? -preguntó a la vez que se acercaba a la pareja echando fuego por los ojos a la vez que estudiaba la esplendida silueta de la desconocida.
Sus modales no fueron del agrado de Peter, que clavó sus oscuros ojos de forma peligrosa en ella, pero prefirió ignorarlo y avanzó hacia ellos.

-¿No vas a presentarnos? -lo desafió sin apartar la mirada esmeralda de la rubia que también parecía estar estudiándola, aunque en sus ojos azules bailaba la diversión.

-Tú debes de ser Mariana -dedujo- Yo soy Rocio Igarzabal y por tu expresión imagino que tu querido esposo no te ha hablado de mí.

-Está claro que no lo ha considerado necesario, pero estoy segura de que usted estará encantada de ponerme en antecedentes -respondió con tono seco y cortante.

-Mariana -siseó Peter amenazante, que continuaba junto a la mujer.
Ambas parecían ignorarlo, retándose con la mirada y observándose con detenimiento.

-Mi difunto esposo y Peter -dijo acercándose un poco más hacia él- tenían importantes negocios juntos. Ahora, mi querido marqués, me ayuda a mí a continuar con las inversiones, aconsejándome y guiándome.

-Muy loable por su parte -respondió de forma cortante- Si la señora Igarzabal está aquí para tratar asuntos de negocios, no veo necesaria mi presencia en este salón.
Dijo alzando la barbilla y dirigiéndose al final a su esposo, que parecía querer fulminarla con la mirada.

-Tan vez os resulte un poco aburrido -asintió Rocio divertida.

-Pues entonces será mejor que no les entretenga más, ha sido un... placer conocerla. Con su permiso -sin más se dio media vuelta y abandonó el salón.

-Mariana -la llamó Peter tratando de ir tras ella, pero la mano de Rocio lo detuvo.

-Déjala, no le hará mal tener algo en lo que pensar -dijo divertida, dejando que su cantarina risa volviera a llenar la estancia.

-Eres imposible Rochi -apostillo sonriendo a su pesar- ahora me tocará a mí lidiar con su mal genio y todo por tus ganas de jugar a mujer fatal -la amonestó sin convicción.

-Ha sido interesante ver su reacción -comentó entornando la mirada- no me ha parecido que tu esposa se mostrara indiferente, yo apostaría a que estaba un tanto celosa.

-No digas tonterías -¿podría ser cierto lo que su amiga de la infancia decía? 


Las dos horas que estuvieron reunidos Peter y Rocio, Mariana no paró de pensar en ellos. Fingiendo indiferencia se dedicó a escribir una extensa carta a su prima Luisa que actualmente residía en Segovia y que no había podido acudir a la boda aquejada por unas inoportunas fiebres. Aunque se llevaba muy bien con su prima sus dudas, recelos y pensamientos más íntimos se los quedó para sí. Primero tenía que averiguar si la señora de Igarzabal era solo lo que decía o si aspiraba a algo más con Peter.

Incapaz de estar más tiempo sentada se dedicó a pasear por su habitación, tomando nota mental de las cosas que quería cambiar, en un acto de infantil venganza pensó en gastar cuanto quisiera para remodelar todo aquello que no le gustara. Examinando el mirador que daba a los jardines de la parte de atrás estaba cuando apareció Pablo, con cara de sorpresa por encontrarla allí, para anunciarle que la cena estaba lista.

-¿Ha avisado al marqués, Pablo? – preguntó Mariana, aunque estuviera molesta con su esposo siempre había sido y sería amable con los sirvientes.

- Acabo de hacerlo señora. El marqués me ha informado que la señora Igarzabal se quedará a cenar con ustedes – Tras una inclinación de cabeza Pablo desapareció

Tras respirar hondo un par de veces, Mariana se preparó para hacer de perfecta anfitriona. Con la espalda recta y paso ágil se dirigió al comedor, al entrar solo un ligero parpadeo demostró la furia que bullía en su interior al ver a Rocio sujetando la mano de Peter mientras intercambiaban confidencias.

- Espero que en estas dos horas hayan podido resolver todos sus asuntos señora Igarzabal – comentó Mariana en un tono demasiado meloso. Peter al oírla no pudo evitar fruncir el ceño y sospechar de la actitud de su esposa.

- Oh, sí, ya hemos terminado. Le confieso que no sabría que hacer sin Peter, es un hombre maravilloso, pero eso usted ya lo sabe, claro – Comentó Rocio mientras un estupefacto Peter la ayudaba a sentarse.

-Sí, por supuesto, un hombre maravilloso – rezongó Mariana mientras se sentaba con la ayuda de un lacayo. – y dígame ¿hace mucho que se conocen?

- Sí, hace mucho tiempo ¿verdad querido? – Rocio dejó caer ese término cariñoso para ver la reacción de Mariana. Su humor iba mejorando conforme más observaba a la joven. Peter habían intentado hablar con ella del asunto, que le explicara por qué creía que estaba celosa, pero Rocio de verdad quería ayudar a Peter por eso decidió acicatear un poco más a Mariana- Creo que puedo asegurar que soy la persona que mejor le conozco.

- Vaya, y yo que creía que la persona que mejor lo conocía era Gastón – comentó de forma sarcástica Mariana. Esa mujer le gustaba cada vez menos, las miradas que esa mujer le estaba dedicando a Peter estaban poniendo a prueba su paciencia.

- Gastón solo se conoce bien así mismo – soltó sin pensar Rocio. Al ver la estupefacción en el rostro de Mariana y la turbación en el de Peter decidió dirigir la conversación hacía un terreno más seguro, o eso creía ella. – Ahora que recuerdo, usted era esa joven que iba siempre pegada a él, a la que le gustaba trepar a los árboles, pescar y todas esas cosas de niños.

Aunque el comentario de Rocio en este caso era totalmente inocente Mariana se sintió atacada. Cierto que no había sido una niña típica y que le entusiasmaban más los juegos con Gastón que aprender a bordar o a tocar el piano, pero a pesar de que Peter la había reprendido más de una vez por su comportamiento, esa mujer no la conocía lo suficiente para emitir un juicio como ese.

- Pues sí, era yo. Y no creo que importe lo bien que me lo pasé jugando como los niños porque al final yo – dijo señalándose a sí misma – me he casado con el marqués.

El triunfo de Mariana sobre Rocio se esfumó en cuanto las dos mujeres oyeron la voz fría y seca de Peter. El marqués había estado escuchando divertido y algo sorprendido a las dos mujeres, pero la tensión que se palpaba en el ambiente se estaba volviendo más densa. Ya le diría a Rochi que dejara tranquila a su esposa, él mejor que nadie conocía ese ingenio suyo que era como un aguijón y también le diría a Mariana, bueno, a ella le diría unas cuantas cosas cuando estuvieran solos.

- Señoras, cenemos por favor - y sin mirar a ninguna de las dos empezó a tomar la sopa.


Continuará…

giovedì 30 agosto 2012

Capitulo 12




Peter la miraba hechizado, ¿podría ser esa mujer que montaba a horcajadas su delicada esposa? Pero de delicada no tenía nada y eso le estaba causando un efecto demoledor.
Azuzó el caballo para mantenerse a la altura de esa increíble amazona que le estaba empezando a robar la razón.
Se la veía tranquila y relajada encima del caballo y así era como quería tenerla entre sus brazos.
Llegaron exhaustos a las puertas de los establos. Peter admiró las mejillas sonrosadas por el efecto de la carrera y el pelo revuelto de su esposa. Jamás se había sentido más atraído por una mujer.
Había sido una carrera desinhibida y veloz. Miró a su marido, una extraña mirada refulgía en sus ojos y una sonrisa empezaba a asomar, le dio un vuelco el corazón. ¿Cómo podía ser que fuera un hombre tan atractivo? No se había dado cuenta hasta ahora, siempre lo había visto como a un hombre hosco y serio. El se acercó a ella y le acarició la mejilla.

- Me ha gustado mucho el paseo y me parece que por fin he encontrado algo que te hace ilusión.-ella se sonrojó, de verdad que había disfrutado como nunca de un paseo a caballo. Tenía que admitir que su marido era un acompañante perfecto además de un perfecto jinete.

- Si, me ha gustado montar a caballo y…-no pudo decir nada más pues enseguida sintió la boca de su marido contra la suya, se sentía tan bien. Respondió al beso acercándose un poco más a él. Era increíble como el contacto con este hombre la hacía olvidarse de todo a su alrededor. Solo eran ellos dos y en el fondo de su corazón le gustaba la idea.
Ella respondía con la misma pasión que él, la acercó más maldiciendo por dentro porque estaban todavía montados en los caballos.
Los brazos de ella eran dulces y cálidos y por dios que se sentía en la gloria.
El ruido de la puerta los sorprendió, Pablo se acercaba a ellos disimulando una sonrisa.

- Perdonen los señores, vengo a avisarles de que la visita ha llegado y los están aguardando en la biblioteca.
Peter se separó de su esposa para decirle al hombre que ya iban, pero antes tenían que cambiarse no podían recibir así.
Mariana contempló a su esposo, hacía un momento se derretía en sus brazos y al segundo volvía a comportarse de forma fría. Lo observó mientras se apeaba del caballo, se acercó al de ella y le tendió los brazos. No podía hacer el feo después de lo que había hecho por ella.
Se dejó caer sobre ese cuerpo duro y fuerte hasta que sus pies rozaron el suelo. Pero él no la soltó inmediatamente, al revés la miraba fijamente.

- Si te parece bien podríamos salir a montar todas las mañanas, ¿de acuerdo?-ella asintió, era una delicia y no iba a perder la oportunidad de hacerlo simplemente por intentar mantenerse lejos de él.
Sintió sus brazos envolviéndola y de nuevo dejó de pensar y se sumergió en un mundo nuevo y precioso. El beso fue apasionado y posesivo, sus manos vagaban por su cuerpo y la acercaban más a él.
Ella le puso los brazos al cuello y se dejó hacer, famélica de sus besos y de sus abrazos.
El susurró algo, sus labios subieron por su cuello dejando infinidad de pequeños besos que la dejaron totalmente embriagada.

-umm, tenemos que irnos. Nos esperan, aunque preferiría estar contigo.
Mientras se acercaban a la hacienda, Mariana se preguntaba que quién sería la visita. Su marido no le soltaba la mano y ella no quería soltársela. 
Mariana y Peter subieron al dormitorio, dónde se asearon y cambiaron de ropa. Mariana un tanto abochornada y Peter maldiciendo su suerte. Pero no había tiempo para juegos amorosos por más que lo deseara, la persona que esperaba en el salón, no se tomaría a bien que la hicieran esperar.
Apartó la mirada de las tentadoras curvas de su esposa y terminó de componerse.

-¿Podrías terminar de abrocharme el vestido? -preguntó tras los vanos intentos de lograrlo por sí misma.
Dio un ligero respingo al sentir los dedos cálidos y acariciadores de Peter sobre su espalda.

-Listo -anunció tras carraspear para aclararse la voz- tengo que bajar, en cuanto estés lista reúnete con nosotros.
Dijo dirigiéndose hacia la puerta. Tenía que poner distancia entre ellos o al final sus dedos volverían a los diminutos botones, pero para soltarlos y recorrer la tersa piel de la espalda de Mariana.
Sacudió la cabeza a la vez que salía al pasillo y cerraba la puerta. Se estiró, irguiendo la espalda y adquiriendo el porte altivo y serio que lo caracterizaba y se encaminó a las escaleras.
En el cuarto, Mariana contemplaba el lugar por donde su esposo acababa de salir.
Se sentía tremendamente confundida, nada estaba saliendo como había imaginado. Peter de pronto se le antojaba más atractivo de lo que jamás le había parecido, su carácter seco y distante ahora era casi agradable, continuaba teniendo un fuerte temperamento, pero tras vivir con Don Nico, los modales de Peter parecían los de una damisela.

Suspiró mientras se arreglaba el peinado. Continuaba añorando a Gastón, pero las sensaciones que experimentaba cuando el marqués la estrechaba entre sus brazos no tenían nada que ver con la ternura que le inspiraba Gastón con sus modales galantes y sus delicados y furtivos besos. Amaba a Gastón, o eso había pensado hasta esos momentos, acaso era tan superficial y sus sentimientos tan débiles que ya hasta dudaba de ellos. Pensó alicaída, de todas formas poco importaban ya sus sentimientos por Gastón, era la esposa de Peter y por ende Gastón se había marchado, abandonándola en el peor momento. Quizás después de todo fuera mejor así.

Contempló su imagen en el espejo y tras acomodar uno de los díscolos rizos, decidió que estaba perfecta para recibir visitas.
Siguió los pasos de Peter y comenzó a bajar las escaleras. Antes de alcanzar los últimos peldaños, llegó hasta ella una risa cristalina y vibrante que procedía del salón.

Frunció el ceño y se dirigió hacia allí. Peter no le había aclarado quien era la misteriosa visita, pero era evidente que se trataba de una mujer.
Intrigada entró en la amplia estancia y la escena que se encontró la hizo envararse.
Efectivamente era una mujer, una que mantenía los brazos alrededor del cuello de su esposo a la vez que continuaba riendo algo que él acababa de decir.

Un irrefrenable e irracional deseo de arrancarla de encima de su esposo se apoderó de ella. Pero se contuvo, apretó los puños con fuerza para conseguirlo y carraspeó para hacerse notar.
-¿Interrumpo algo?-


Continuará…

mercoledì 29 agosto 2012

Capitulo 11





Bueno tal vez- pensó- podemos dejarla para más tarde, al fin y al cabo no ha comido, igual tiene hambre- intentando darse ánimos.
Llegaron a la puerta principal, Peter bajo de su montura y se acercó a Sansón con la intención de ayudar a Mariana, que ya había descendido con un ágil salto del caballo.

-No es necesario, gracias- haciendo una mueca y levantando su nariz respingona- subiré a cambiarme y a descansar un poco, el regreso me ha agotado- mintió- mientras subía las escaleras de dos en dos, donde Pablo los esperaba con la puerta abierta

-Subiré contigo, yo también quiero refrescarme, no tenía intención cuando llegue a casa de volver a salir en busca de mi esposa- contestó Peter mientras se quitaba la chaqueta, el chaleco, se lo entregaba a Pablo, sin decirle nada .
Y continuaba con paso decidido cruzando el hall, persiguiendo a su esposa, mientras se desabrochaba el corbatín, aflojándose el cuello de la camisa, ante la atónita mirada de una joven doncella que no pudo dejar de admirar a su fornido señor.

Mariana paro de golpe en las escaleras que conducían al piso de arriba, se giró y con los brazos en jarras y fingida inocencia contesto:
- no deberías pedir a Pablo que te preparase algo de comer?, no sabía que nos honrarías con tu presencia en casa de mi madre a la hora de comer y no te esperamos.

-No sabía Mi Marquesa que cuando llegase a casa no estarías en ella…

-Te lo dije ayer –bajo el tono acercándose a él no quería dar un espectáculo con espectadores, Pablo, continuaba en la entrada esperando instrucciones y María creía recordar que se llamaba así la doncella, continuaba con la boca abierta, contemplando las fornidas espaldas de su marido y las musculosas piernas que se adivinaban bajo los pantalones de montar que se ajustaban a la perfección a un trasero de infarto.
No pudo resistirse:
- María que estas mirando…

Peter giro la cabeza hacia María y una lenta sonrisa se fue dibujando en su rostro, eran celos lo que había visto por un instante reflejado en los ojos de Mariana.

-Mariana témenos una conversación pendiente tu y yo, me da igual tenerla aquí abajo o en la habitación, pero la quiero ya…

-Te he dicho que estoy agotada ahora no me va bien... – giro y continuó subiendo escaleras más deprisa de lo que formalmente se debiera

- Cobarde

Mariana paró en seco, se giro y desafiándolo con la mirada le dijo:
-por mí como si quieres bañarte mientras hablamos

-Buena idea cariño, Pablo.. que nos suban el baño… mientras hablamos

-cuando aprendería a estar callada – pensó Mariana.
Para gran suerte de Mariana, un mensajero llegó para reclamar la atención del marqués con un pequeño problema que urgía de su inmediata presencia. Aun así no se marchó sin decirla que lo esperara hasta su regreso.
A los oídos de Mariana aquello había sonado a orden pero no se molestó siquiera en contestarle.
Mariana se vistió con parsimonia. A penas tenía valor para enfrentarse a la realidad de su situación e incluso sintió vergüenza ante las miradas de los criados que parecieran criticarla abiertamente.

Su furia se había transformado en temor a medida que pasaban los minutos y por más que dilató su entrada en el comedor, el momento llegó con una tensión casi palpable. Estaba casi segura que Peter regresaría con prontitud.
El estómago de Mariana se agitó solo de pensar que debería tomar asiento frente a él.
Pero para su alivio el hombre aún no estaba, y ella seguía sin tener apetito y eso que apenas había probado bocado en todo el día. Se sirvió unas escasas porciones y terminó jugueteando con unas patatas cocidas. La comida estaba fría de haber estado dispuesta casi toda la mañana.
De repente irrumpió el marqués en la habitación con su porte orgulloso y ella sintió unas terribles ganas de arrojarle algo a la cara, estuvo a punto de hacerlo sin embargo al ver su rostro relajado y atractivo, con una pequeña sonrisa pintada en la boca dura y firme, una horrible sensación de ansiedad atenazó su garganta.

-Me gustaría mostrarte las tierras ahora que tengo un poco de tiempo – le dijo él acercándose hasta su silla para ayudarla a incorporarse.

-¡Cuánto honor! Pero no hacía falta – le contestó con los dientes apretados – conozco el marquesado más que de sobra.

Peter frunció ligeramente el ceño ante el sarcasmo pero no dijo nada. Se limitó a tomarla de la mano haciéndola recorrer todo el interior de la residencia de cabo a rabo. Luego salieron por la parte trasera hasta los establos donde Mariana prefirió no entrar, recordando lo ocurrido allí. Peter debió de leer sus pensamientos porque su sonrisa se tornó repentinamente burlona.

-¿tienes miedo de entrar? – la acicateó levantando las manos con las palmas abiertas – señora, no voy a violarte. Las mejillas de Mariana adquirieron un tono rojo cuando cruzó los brazos sobre el pecho en actitud desafiante.

-Ya conozco este lugar – quiso que su voz sonara firme pero apenas era incapaz de oírse con los fuertes latidos de su corazón.

-De acuerdo – Peter se encogió de hombros – si prefieres cabalgar en mi montura…

-¡No! – Mariana se tensó y corrió hasta el apartado donde estaba Sansón, sin esperar ayuda sacó al animal de su lugar. Ni siquiera la importó escuchar las risillas de Peter tras ella. La daba completamente lo mismo lo que pensara ese hombre pero desde luego no iba a cabalgar junto a él. – Debía haberme cambiado por lo menos de ropa– contestó alzándose las faldas con discreción. Cuando se quiso dar cuenta el marqués la subió a la grupa empujándola sin pudor alguno del trasero con lo que se ganó una mirada fulminante.

-Desde que nos hemos casado no he oído más que quejas por tu parte. ¿Habrá algo que te guste o te haga ilusión? - Le preguntó sujetando las riendas de Sansón y guiándolo hasta el exterior donde los rayos de sol parecían convertir en oro todo lo que tocaban. El cabello de Mariana, de un tono cobrizo, brilló como llamas encendidas alrededor de su pequeña cara. La joven frunció los labios y apartó de él sus ojos verdes.
-Estoy enfadada contigo por si no lo has notado.

-Lo tendré en cuenta.

Peter asintió al tiempo que sacaba su propia montura y ambos iniciaron el recorrido por las tierras.
Mariana quedó maravillada al ver la extensión de la propiedad y pudo comprender que Peter le mostrara orgulloso sus pertenecías. Había huertos y un magnifico campo de olivos. Poseía animales de granja, un pequeño matadero y otro edificio donde se encargaban de curar los tocinos y los jamones.

-Aquello es la quesería – Dijo Peter señalando con el mentón una casona de una sola planta – Te llevaría hasta allí, pero estoy esperando visita. Deberemos dejarlo para otro día si no te molesta. Mariana hacia un buen rato que se había relajado y hasta había comenzado a disfrutar del paseo sin embargo cuando la palabra visita sonó en su cabeza le miró enojada.

-Yo no deberé atender a tú visita. ¿Verdad?

-Por supuesto que sí – respondió asintiendo.
Mariana frunció los labios molesta y estaba a punto de enzarzarse en una pelea cuando lo pensó mejor. Con un ligero golpecillo en el flanco del animal animó a Sansón a emprender el regreso en un rápido galope. 
Por el rabillo del ojo descubrió a Peter junto a ella, siguiéndola muy, muy de cerca y disfrutando de aquella loca carrera. 
Mariana apenas le miró sobre el hombro y soltando una carcajada siguió su camino hacia la casa.
Fue una lucha por ver que animal corría más o quién era el mejor y por un momento Mariana se olvidó quien era realmente su acompañante e inclinando la cabeza sobre su caballo le instó a alcanzar mayor velocidad.

¡Ella ganaría, Sansón era el mejor! 

 Continuará…

martedì 28 agosto 2012

Capitulo 10




-No lo sé madre -respondió Mariana con la vista clavada en la puerta por donde su esposo había salido- Pero no voy a permitir que os cause ningún problema.
Sin pensárselo dos veces salió tras él.

Si Peter hablaba con don Nico, estaba segura de que sería su madre la que terminaría pagando su falta y no podía permitirlo. Corrió por el pasillo escasamente iluminado, rezando para poder llegar antes de que fuera demasiado tarde.

-¡Peter! -casi gritó al comprobar que ya tenía la mano sobre el picaporte- Espera.

-Te dije que te prepararas para partir -dijo con la mandíbula apretada- ¿Nunca haces lo que se te ordena?

-No le digas a don Nico que he venido sin tu consentimiento -pidió, ignorando la pregunta que la acaba de formular.

Peter frunció el ceño ante la extraña petición de Mariana.
-No tenía pensado hacerlo. Ese tema lo trataremos en privado usted y yo, señora.

Una mezcla de alivio y temor se apoderó de ella, no sabía si fulminarlo con una de sus venenosas miradas o si darle las gracias. Prefirió obsequiarlo con lo primero, desafiándolo con sus ojos verdes.
Por unos instantes olvidó el motivo que le había llevado ante aquella puerta, cuando lo recordó volvió a dirigirse a Mariana.

-Tardaré apenas unos minutos -tomó el pomo de la puerta de nuevo- Cuando salga te quiero sobre tu caballo.

Su voz sonó rotunda e intimidatoria. Sin añadir más, golpeó la puerta con los nudillos a la vez que la abría.

-Espero no molestaros, hay algo de lo que me gustaría hablaros...
Lo escuchó decir antes de que cerrara la puerta casi en sus narices.

Volvió a debatirse entre quedarse tras la puerta a escuchar o hacer lo que le había mandado. En esa ocasión la sensatez la llevó a obedecer a su esposo.

Emilia continuaba descompuesta en el lugar que Mariana la había dejado.

-No tienes nada que temer madre -dijo a la vez que le daba un beso en la pálida mejilla para tranquilizarla- Ordenaré que preparen mi montura.

-Ya está lista. Consideré que sería mejor no enfurecer más a tu esposo -respondió algo más tranquila, mientras el color regresaba poco a poco a su rostro.

Cuando Peter salió de la casa, Mariana lo esperaba acomodada sobre la grupa de su jamelgo. Doña Emilia permanecía de pie junto a la puerta esperando para despedirlos.
Peter se puso ante ella, dándole la espalda a Mariana, que observó curiosa la actitud de su esposo a la vez que contemplaba los anchos hombros y lo bien que la chaqueta se asentaba sobre ellos.

Apartó la vista enojada consigo misma por fijarse en aquellos detalles, que no debería importarle en lo más mínimo. Cuando volvió a mirar se encontró con el semblante radiante de su madre y el rostro impasible de su esposo.

-Os esperamos esta tarde, querida suegra -murmuró Peter para que Inés no alcanzara a escuchar sus palabras- Ahora debemos irnos.

-¡Gracias! -dijo Emilia emocionada. A la vez que agitaba la mano a modo de despedida. 

Después de eso, Peter montó su caballo y tras despedirse nuevamente de su suegra emprendieron el viaje.
Mariana estaba muy callada y lo que él quería era que empezara a hablar y que le diera una explicación del porqué se había ido sin dejarle una nota o al menos decirle en la mañana que tenía pensado irse sin más.

Pero también pensaba en la noche anterior, en como ella respondió a sus caricias sin ningún reparo. Tenía ganas de llegar ya a su casa, tomarla en brazos y subir corriendo las escalares hasta su dormitorio para hacerle el amor. Tener esas piernas blancas como la leche alrededor de su cintura mientras él... ¡Dios! su excitación era tan notoria que sería sorprendente si su mujercita no se daba cuenta.

Pero sabía que antes de eso tendrían unas palabras, o mejor él tendría unas palabras con ella. Tal vez si se ganara la confianza de su suegra, ella le podría ayudar a ganarse la de Mariana o al menos le diría algo que fuera de ayuda.
Pero todo eso tendría que esperar, los negocios que fue a atender durante el día se mezclaban con un regalo que él le tenía preparado.

Tal vez si su niñez no hubiese sido tan dura y estricta él hubiera sido un poco como Gastón, despreocupado viviendo el día a día sin importar el mañana y sólo tal vez Mariana se hubiera enamorado de él. Lamentablemente las cosas no siempre son como uno las desea pero al menos su padre ya estaba muerto y con él los dolorosos recuerdos de su niñez. 


-Gracias- fue la única palabra que sonó en todo el camino de regreso a la Mansión del Marques.

Peter asintió con un gruñido y un casi inapreciable movimiento de cabeza.
¡Qué demonios le pasaba a esa niña!, sabía que era impulsiva y testaruda, pero tenía que entender que eso debía terminar, ¡era una mujer casada y no la mocosa que correteaba y hacia cuanto le venía en gana!

Era su esposa, pesará a quien le pesará y debía empezar a comportarse como tal, en la casa y por supuesto en su cama. Una casi inapreciable sonrisa se dibujo en su cara.

Mariana tenía los nervios a flor de piel, le había agradecido el gesto que había tenido con su madre, estaba contenta, durante un tiempo no debería preocuparse por ella.
Por quien si debía preocuparse era por sí misma, estaban llegando a la mansión, donde tenían una conversación pendiente.


Continuará…