mercoledì 29 agosto 2012

Capitulo 11





Bueno tal vez- pensó- podemos dejarla para más tarde, al fin y al cabo no ha comido, igual tiene hambre- intentando darse ánimos.
Llegaron a la puerta principal, Peter bajo de su montura y se acercó a Sansón con la intención de ayudar a Mariana, que ya había descendido con un ágil salto del caballo.

-No es necesario, gracias- haciendo una mueca y levantando su nariz respingona- subiré a cambiarme y a descansar un poco, el regreso me ha agotado- mintió- mientras subía las escaleras de dos en dos, donde Pablo los esperaba con la puerta abierta

-Subiré contigo, yo también quiero refrescarme, no tenía intención cuando llegue a casa de volver a salir en busca de mi esposa- contestó Peter mientras se quitaba la chaqueta, el chaleco, se lo entregaba a Pablo, sin decirle nada .
Y continuaba con paso decidido cruzando el hall, persiguiendo a su esposa, mientras se desabrochaba el corbatín, aflojándose el cuello de la camisa, ante la atónita mirada de una joven doncella que no pudo dejar de admirar a su fornido señor.

Mariana paro de golpe en las escaleras que conducían al piso de arriba, se giró y con los brazos en jarras y fingida inocencia contesto:
- no deberías pedir a Pablo que te preparase algo de comer?, no sabía que nos honrarías con tu presencia en casa de mi madre a la hora de comer y no te esperamos.

-No sabía Mi Marquesa que cuando llegase a casa no estarías en ella…

-Te lo dije ayer –bajo el tono acercándose a él no quería dar un espectáculo con espectadores, Pablo, continuaba en la entrada esperando instrucciones y María creía recordar que se llamaba así la doncella, continuaba con la boca abierta, contemplando las fornidas espaldas de su marido y las musculosas piernas que se adivinaban bajo los pantalones de montar que se ajustaban a la perfección a un trasero de infarto.
No pudo resistirse:
- María que estas mirando…

Peter giro la cabeza hacia María y una lenta sonrisa se fue dibujando en su rostro, eran celos lo que había visto por un instante reflejado en los ojos de Mariana.

-Mariana témenos una conversación pendiente tu y yo, me da igual tenerla aquí abajo o en la habitación, pero la quiero ya…

-Te he dicho que estoy agotada ahora no me va bien... – giro y continuó subiendo escaleras más deprisa de lo que formalmente se debiera

- Cobarde

Mariana paró en seco, se giro y desafiándolo con la mirada le dijo:
-por mí como si quieres bañarte mientras hablamos

-Buena idea cariño, Pablo.. que nos suban el baño… mientras hablamos

-cuando aprendería a estar callada – pensó Mariana.
Para gran suerte de Mariana, un mensajero llegó para reclamar la atención del marqués con un pequeño problema que urgía de su inmediata presencia. Aun así no se marchó sin decirla que lo esperara hasta su regreso.
A los oídos de Mariana aquello había sonado a orden pero no se molestó siquiera en contestarle.
Mariana se vistió con parsimonia. A penas tenía valor para enfrentarse a la realidad de su situación e incluso sintió vergüenza ante las miradas de los criados que parecieran criticarla abiertamente.

Su furia se había transformado en temor a medida que pasaban los minutos y por más que dilató su entrada en el comedor, el momento llegó con una tensión casi palpable. Estaba casi segura que Peter regresaría con prontitud.
El estómago de Mariana se agitó solo de pensar que debería tomar asiento frente a él.
Pero para su alivio el hombre aún no estaba, y ella seguía sin tener apetito y eso que apenas había probado bocado en todo el día. Se sirvió unas escasas porciones y terminó jugueteando con unas patatas cocidas. La comida estaba fría de haber estado dispuesta casi toda la mañana.
De repente irrumpió el marqués en la habitación con su porte orgulloso y ella sintió unas terribles ganas de arrojarle algo a la cara, estuvo a punto de hacerlo sin embargo al ver su rostro relajado y atractivo, con una pequeña sonrisa pintada en la boca dura y firme, una horrible sensación de ansiedad atenazó su garganta.

-Me gustaría mostrarte las tierras ahora que tengo un poco de tiempo – le dijo él acercándose hasta su silla para ayudarla a incorporarse.

-¡Cuánto honor! Pero no hacía falta – le contestó con los dientes apretados – conozco el marquesado más que de sobra.

Peter frunció ligeramente el ceño ante el sarcasmo pero no dijo nada. Se limitó a tomarla de la mano haciéndola recorrer todo el interior de la residencia de cabo a rabo. Luego salieron por la parte trasera hasta los establos donde Mariana prefirió no entrar, recordando lo ocurrido allí. Peter debió de leer sus pensamientos porque su sonrisa se tornó repentinamente burlona.

-¿tienes miedo de entrar? – la acicateó levantando las manos con las palmas abiertas – señora, no voy a violarte. Las mejillas de Mariana adquirieron un tono rojo cuando cruzó los brazos sobre el pecho en actitud desafiante.

-Ya conozco este lugar – quiso que su voz sonara firme pero apenas era incapaz de oírse con los fuertes latidos de su corazón.

-De acuerdo – Peter se encogió de hombros – si prefieres cabalgar en mi montura…

-¡No! – Mariana se tensó y corrió hasta el apartado donde estaba Sansón, sin esperar ayuda sacó al animal de su lugar. Ni siquiera la importó escuchar las risillas de Peter tras ella. La daba completamente lo mismo lo que pensara ese hombre pero desde luego no iba a cabalgar junto a él. – Debía haberme cambiado por lo menos de ropa– contestó alzándose las faldas con discreción. Cuando se quiso dar cuenta el marqués la subió a la grupa empujándola sin pudor alguno del trasero con lo que se ganó una mirada fulminante.

-Desde que nos hemos casado no he oído más que quejas por tu parte. ¿Habrá algo que te guste o te haga ilusión? - Le preguntó sujetando las riendas de Sansón y guiándolo hasta el exterior donde los rayos de sol parecían convertir en oro todo lo que tocaban. El cabello de Mariana, de un tono cobrizo, brilló como llamas encendidas alrededor de su pequeña cara. La joven frunció los labios y apartó de él sus ojos verdes.
-Estoy enfadada contigo por si no lo has notado.

-Lo tendré en cuenta.

Peter asintió al tiempo que sacaba su propia montura y ambos iniciaron el recorrido por las tierras.
Mariana quedó maravillada al ver la extensión de la propiedad y pudo comprender que Peter le mostrara orgulloso sus pertenecías. Había huertos y un magnifico campo de olivos. Poseía animales de granja, un pequeño matadero y otro edificio donde se encargaban de curar los tocinos y los jamones.

-Aquello es la quesería – Dijo Peter señalando con el mentón una casona de una sola planta – Te llevaría hasta allí, pero estoy esperando visita. Deberemos dejarlo para otro día si no te molesta. Mariana hacia un buen rato que se había relajado y hasta había comenzado a disfrutar del paseo sin embargo cuando la palabra visita sonó en su cabeza le miró enojada.

-Yo no deberé atender a tú visita. ¿Verdad?

-Por supuesto que sí – respondió asintiendo.
Mariana frunció los labios molesta y estaba a punto de enzarzarse en una pelea cuando lo pensó mejor. Con un ligero golpecillo en el flanco del animal animó a Sansón a emprender el regreso en un rápido galope. 
Por el rabillo del ojo descubrió a Peter junto a ella, siguiéndola muy, muy de cerca y disfrutando de aquella loca carrera. 
Mariana apenas le miró sobre el hombro y soltando una carcajada siguió su camino hacia la casa.
Fue una lucha por ver que animal corría más o quién era el mejor y por un momento Mariana se olvidó quien era realmente su acompañante e inclinando la cabeza sobre su caballo le instó a alcanzar mayor velocidad.

¡Ella ganaría, Sansón era el mejor! 

 Continuará…

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