Bueno tal vez- pensó- podemos dejarla para más tarde, al fin y al cabo no ha comido, igual tiene hambre- intentando darse ánimos.
Llegaron a la puerta principal, Peter bajo de su montura y se acercó a Sansón con la intención de ayudar a Mariana, que ya había descendido con un ágil salto del caballo.
-No es necesario, gracias- haciendo una mueca y
levantando su nariz respingona- subiré a cambiarme y a descansar un poco, el
regreso me ha agotado- mintió- mientras subía las escaleras de dos en dos, donde
Pablo los esperaba con la puerta abierta
-Subiré contigo, yo también quiero refrescarme, no
tenía intención cuando llegue a casa de volver a salir en busca de mi esposa-
contestó Peter mientras se quitaba la chaqueta, el chaleco, se lo entregaba a Pablo,
sin decirle nada .
Y continuaba con paso decidido cruzando el
hall, persiguiendo a su esposa, mientras se desabrochaba el corbatín,
aflojándose el cuello de la camisa, ante la atónita mirada de una joven
doncella que no pudo dejar de admirar a su fornido señor.
Mariana paro de golpe en las escaleras que conducían al piso de arriba, se giró y con los brazos en jarras y fingida inocencia contesto:
- no deberías pedir a Pablo que te preparase
algo de comer?, no sabía que nos honrarías con tu presencia en casa de mi madre
a la hora de comer y no te esperamos.
-No sabía Mi Marquesa que cuando llegase a casa no
estarías en ella…
-Te lo dije ayer –bajo el tono acercándose a él no
quería dar un espectáculo con espectadores, Pablo, continuaba en la entrada
esperando instrucciones y María creía recordar que se llamaba así la doncella,
continuaba con la boca abierta, contemplando las fornidas espaldas de su marido
y las musculosas piernas que se adivinaban bajo los pantalones de montar que se
ajustaban a la perfección a un trasero de infarto.
No pudo resistirse:
No pudo resistirse:
- María que estas mirando…
Peter giro la cabeza hacia María y una lenta
sonrisa se fue dibujando en su rostro, eran celos lo que había visto por un instante
reflejado en los ojos de Mariana.
-Mariana témenos una conversación pendiente
tu y yo, me da igual tenerla aquí abajo o en la habitación, pero la quiero ya…
-Te he dicho que estoy agotada ahora no me va
bien... – giro y continuó subiendo escaleras más deprisa de lo que formalmente
se debiera
- Cobarde
Mariana paró en seco, se giro y desafiándolo
con la mirada le dijo:
-por mí como si
quieres bañarte mientras hablamos
-Buena idea cariño, Pablo..
que nos suban el baño… mientras hablamos
-cuando aprendería a
estar callada – pensó
Mariana.
Para gran suerte de Mariana, un mensajero llegó para
reclamar la atención del marqués con un pequeño problema que urgía de su
inmediata presencia. Aun así no se marchó sin decirla que lo esperara hasta su
regreso.
A los oídos de Mariana aquello había sonado a orden pero no
se molestó siquiera en contestarle.
Mariana se vistió con parsimonia. A penas tenía valor para
enfrentarse a la realidad de su situación e incluso sintió vergüenza ante las
miradas de los criados que parecieran criticarla abiertamente.
Su furia se había
transformado en temor a medida que pasaban los minutos y por más que dilató su
entrada en el comedor, el momento llegó con una tensión casi palpable. Estaba
casi segura que Peter regresaría con prontitud.
El estómago de Mariana se agitó solo de pensar que debería
tomar asiento frente a él.
Pero para su alivio
el hombre aún no estaba, y ella seguía sin tener apetito y eso que apenas había
probado bocado en todo el día. Se sirvió unas escasas porciones y terminó
jugueteando con unas patatas cocidas. La comida estaba fría de haber estado
dispuesta casi toda la mañana.
De repente irrumpió el marqués en la habitación con su
porte orgulloso y ella sintió unas terribles ganas de arrojarle algo a la cara,
estuvo a punto de hacerlo sin embargo al ver su rostro relajado y atractivo,
con una pequeña sonrisa pintada en la boca dura y firme, una horrible sensación
de ansiedad atenazó su garganta.
-Me gustaría
mostrarte las tierras ahora que tengo un poco de tiempo – le dijo él
acercándose hasta su silla para ayudarla a incorporarse.
-¡Cuánto honor! Pero
no hacía falta – le contestó con los dientes apretados – conozco el marquesado
más que de sobra.
Peter frunció
ligeramente el ceño ante el sarcasmo pero no dijo nada. Se limitó a tomarla de
la mano haciéndola recorrer todo el interior de la residencia de cabo a rabo.
Luego salieron por la parte trasera hasta los establos donde Mariana prefirió
no entrar, recordando lo ocurrido allí. Peter debió de leer sus pensamientos porque su sonrisa se
tornó repentinamente burlona.
-¿tienes miedo de
entrar? – la acicateó levantando las manos con las palmas abiertas – señora, no
voy a violarte. Las mejillas de Mariana adquirieron un tono rojo cuando
cruzó los brazos sobre el pecho en actitud desafiante.
-Ya conozco este
lugar – quiso que su voz sonara firme pero apenas era incapaz de oírse con los
fuertes latidos de su corazón.
-De acuerdo – Peter
se encogió de hombros – si prefieres cabalgar en mi montura…
-¡No! – Mariana se
tensó y corrió hasta el apartado donde estaba Sansón, sin esperar ayuda sacó al
animal de su lugar. Ni siquiera la importó escuchar las risillas de Peter tras
ella. La daba completamente lo mismo lo que pensara ese hombre pero desde luego
no iba a cabalgar junto a él. – Debía haberme cambiado por lo menos de ropa–
contestó alzándose las faldas con discreción. Cuando se quiso dar cuenta el
marqués la subió a la grupa empujándola sin pudor alguno del trasero con lo que
se ganó una mirada fulminante.
-Desde que nos hemos
casado no he oído más que quejas por tu parte. ¿Habrá algo que te guste o te
haga ilusión? - Le preguntó sujetando las riendas de Sansón y guiándolo hasta
el exterior donde los rayos de sol parecían convertir en oro todo lo que
tocaban. El cabello de Mariana, de un tono cobrizo, brilló como llamas
encendidas alrededor de su pequeña cara. La joven frunció los labios y apartó de él sus ojos verdes.
-Estoy enfadada
contigo por si no lo has notado.
-Lo tendré en
cuenta.
Peter asintió al tiempo que sacaba su propia montura y
ambos iniciaron el recorrido por las tierras.
Mariana quedó maravillada al ver la extensión de la
propiedad y pudo comprender que Peter le mostrara orgulloso sus pertenecías.
Había huertos y un magnifico campo de olivos. Poseía animales de granja, un
pequeño matadero y otro edificio donde se encargaban de curar los tocinos y los
jamones.
-Aquello es la
quesería – Dijo Peter señalando con el mentón una casona de una sola planta –
Te llevaría hasta allí, pero estoy esperando visita. Deberemos dejarlo para
otro día si no te molesta. Mariana hacia un buen rato que se había relajado y hasta
había comenzado a disfrutar del paseo sin embargo cuando la palabra visita sonó
en su cabeza le miró enojada.
-Yo no deberé
atender a tú visita. ¿Verdad?
-Por supuesto que sí
– respondió asintiendo.
Mariana frunció los labios molesta y estaba a punto de
enzarzarse en una pelea cuando lo pensó mejor. Con un ligero golpecillo en el
flanco del animal animó a Sansón a emprender el regreso en un rápido galope.
Por el rabillo del ojo descubrió a Peter junto a ella,
siguiéndola muy, muy de cerca y disfrutando de aquella loca carrera.
Mariana apenas le miró sobre el hombro y soltando una
carcajada siguió su camino hacia la casa.
Fue una lucha por ver que animal corría más o quién era el
mejor y por un momento Mariana se olvidó quien era realmente su acompañante e
inclinando la cabeza sobre su caballo le instó a alcanzar mayor velocidad.
¡Ella ganaría, Sansón era el mejor!
ME GUSTA MUCHO SIGUE!!
RispondiElimina