venerdì 24 agosto 2012

Capitulo 6




-Pensar ¿qué?

-Lo que te he pedido

-Si supongo que sí puedo permitir que tu madre viva unos días con nosotros. Hablaré con tu padrastro mañana.

-Pero, tienes que hablar con él ahora, para avisarle, sino después se negará- contradijo ella, con una mirada suplicante.

-Pero no ves que tu padrastro está muy borracho ya- si supiera ella que todo lo que le pidiera se lo daría, aun su propia vida. Pero esa era un arma muy peligrosa que no podría darle aún. Tiempo al tiempo se dijo. Lo primero era ganarse su confianza y su cariño después ya vería. 

Peter colocó su mano en la cintura de Mariana y acercándose a su oído le dijo – ven conmigo- mientras acariciando su cintura y sorteando a los invitados, la instaba a salir del salón.

Si quería ganarse su confianza debía empezar cuanto antes. No había podido resistirse a tocarla, había estado todo el día con ganas de acariciarla, probarla, el beso que le había dado en la ermita solo había hecho que aumentaran sus ganas por ella.

-Adonde me llevas, los invitados aun no se han ido y tenemos que despedirlos – Sabía lo que ocurriría en la noche de bodas, lo había visto en el campo, a los animales en varias ocasiones y su madre la noche anterior le había medio intentado explicárselo, sin mucho éxito. Pero no estaba preparada, creía que tendría más tiempo para ir haciéndose a la idea, su mano en la cintura y su pecho apoyado en su espalda, no estaban ayudando en nada a calmar la sensación extraña que sentía en el estomago.
Y el beso, en la ermita, recordó como Peter le levantaba el velo mientras oía un puedes besar a la novia y como el brillo de unos ojos verdes la inmovilizaban mientras unos brazos fuertes y decididos la rodeaban, la sensación que tuvo con el primer contacto de sus labios fue devastadora.

Salieron del salón, dejando el bullicio de la boda atrás y pasando de largo por escaleras que conducían a las habitaciones del piso de arriba, salieron de la casa.

-Donde vamos- Mariana paro de golpe y se negó a continuar andando sin saber donde la llevaba, llevaba todo el día, conteniendo su carácter por miedo a lo que le podía ocurrir a su madre, pero tenía los nervios a flor de piel

- Relájate y confía en mí, voy a darte mi regalo de bodas, la volvió a coger, esta vez de la mano y tiro de ella como de un niño, hasta que llegaron a las cuadras

En el establo, el animal piafaba inquieto en su nueva cuadra.
Mariana corrió el cerrojo y entró
- Sansón- chilló, el animal levantó la cabeza y buscó a su dueña con la mirada, los ojos almendra de la bestia se tranquilizaron y acerco su cabeza.
Mariana acarició su musculoso cuello mientras le susurraba palabras tranquilizadoras.
Mariana rió al notar como Sansón con su aterciopelado hocico olisqueaba entre sus manos, sus bolsillos y la empujaba suavemente con la cabeza, buscando su recompensa.

-Eres un interesado, dándote mimos y ti solo te interesan los dulces.
Sansón no cesaba en su empeño pero no encontró lo que andaba buscando –Eres como un niño grande – hoy no llevo nada…
Apoyo su mejilla en el flanco y se abrazó al animal, sus latidos y su calor la reconfortaron.


-Yo también quiero que me abraces- una voz profunda y sensual a sus espaldas hizo que se girara y recordara donde estaba y con quien estaba.

Ya había anochecido, y en la penumbra el Marques apoyado en la entrada de la cuadra con los brazos y las piernas cruzadas la observaba. No podía distinguir sus rasgos, solo pudo ver el brillo de sus ojos verdes.

Peter se acercó y ella retrocedió.

La luna iluminaba la cuadra y le descubrió a un hombre impresionantemente apuesto y peligroso. Los ojos estaban enmarcados por una mandíbula fuerte y cuadrada, labios generosos y bien definidos, nariz recta, tez morena y alto, muy alto, sus ojos la inmovilizaban, su pelo negro como la noche, estaba echado hacia atrás en un descuidado desorden.
Fue como si lo viese por primera vez.

Mariana estaba hipnotizada, debía salir de allì. Sansón se movió, Peter desvió la mirada al animal por un segundo y Mariana aprovechó para pasar como un rayo por su lado, él ya no obstaculizaba la puerta, fue una ilusión, solo salir de la cuadra una mano de hierro, la aferró por el brazo la hizo girar contra la pared, flanqueando su huida con sus brazos apoyados uno a cada lado. 

El miedo acudió a su cuerpo en el mismo instante que la fiera mirada de Peter se posó sobre ella. Le faltaba el aire y su pecho subía y bajaba de forma evidente, rozando al hacerlo el torso masculino.

Aquel mínimo roce enardeció los sentidos de Peter y no pudo evitar apoderarse de sus labios. Aquellos que llevaba deseando probar demasiado tiempo.

Fue un beso arrollador, que dejó a Mariana sin aire.
Gastón la había besado en alguna ocasión, pero jamás con la intensidad, la fuerza y la dominación que lo estaba haciendo Peter.

Cuando por fin se recuperó, en parte, de la sorpresa inicial, golpeó el pecho de su esposo con los puños, tratando de alejarlo, pero él no parecía notarlo.

Pero sí lo hacía, por eso le asió las muñecas y las inmovilizó contra la pared a la altura de su cabeza.

Un gemido de desesperación escapó de la garganta de Mariana, que no desistió en su intento de liberarse, retorciéndose contra él, empujándolo con las caderas en un vano esfuerzo por alejarlo de su cuerpo.
Pero su empeño tan solo logró enfurecer a Peter, que ansioso como estaba no acogió de muy buen grado el rechazo de su esposa, además de servirle de acicate a su deseo.

-Me perteneces -gruñó junto a su oído con la voz áspera y casi irreconocible- Y nada ni nadie podrá cambiar eso ya. Asimílalo.


Continuará…

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