venerdì 7 settembre 2012

Capitulo 16





Holaaaaa!! Les dejo novela!
Firmen y subo :) besos.

Capitulo 16:

Mariana cerró fuertemente los ojos, sintiendo un dolor en el corazón que no había sentido nunca antes. Un latido después notó cómo las manos de Peter le asían sus brazos, pero no con fuerza, sino con suavidad y ternura. Lentamente abrió los ojos para descubrir una tenue sonrisa en los labios de su esposo. Lo que dijo a continuación provocó que el corazón de Inés se desbocara.

- Escúchame Mariana, nunca oirás que tengo una amante porque nunca tendré ninguna. He luchado demasiado para conseguirte y no voy a perderte ahora por algo que no va a suceder mientras sigas a mi lado.

Sin apartar su oscura mirada se fue acercando lentamente hacia ella hasta que sus labios se rozaron en una ligera caricia. Pero la pasión tanto tiempo retenida ganó la batalla y el beso pronto se convirtió en la representación de la pasión que los embargaba. 


Mariana se estiró sobre las sábanas, desperezándose, cuando la luz que se colaba por entre los cortinajes la despertó.
Se encontraba sola en el lecho y no pudo evitar sentir un ligero pinchado de desilusión, aunque no tardó en aflorar a sus labios una sonrisa traviesa y cargada de satisfacción.
Los recuerdos de la noche pasada aún permanecían frescos en su memoria y al recordarlos, un ligero rubor tiñó sus mejillas.
¿Quién le hubiera dicho a ella que el estirado, serio y estricto marqués de Lanzani iba a ser un hombre tan apasionado?
Jamás lo habría sospechado, pero así era y ahora era su esposa. La sonrisa se ensanchó en su boca al pensar en todas las noches que estaban por venir, y un hormigueo de anticipación se extendió por sus entrañas.

Saltó de la cama antes de que sus pensamientos la trastornaran más de lo que ya estaba y comenzó a asearse.
No sabía que planes tendría su esposo y si cumpliría su promesa de salir a cabalgar con ella, pero por el momento necesitaba llenar el estómago que hacía un buen rato estaba protestando.

Bajó las escaleras tarareando la melodía de una cancioncilla popular mientras dirigía sus pasos hacia el comedor.
La escena que se encontró la hizo enmudecer a la vez que sus ojos se abrían, enormes, por la sorpresa.

-Mamá... ¿qué haces aquí? ¿Ha sucedido algo? -preguntó con recelo acercándose a Emilia, a la vez que lanzaba miradas preocupadas hacia Peter.
La sonrisa que mostraron ambos la descolocó un poco.

-No hija, no ha sucedido nada -la tranquilizó la mujer- tan solo he venido a pasar unos días, para hacerte compañía mientras te habitúas a tu nuevo hogar.
Elevó las cejas y miró a Peter de forma interrogante.
Él tan solo se encogió de hombros restándole importancia a la vez que decía:

-Me pediste que la invitara y lo hice.

-Sí, fue muy amable de su parte -continuó Emilia, aunque su hija no la miraba a ella, sino que continuaba observando a Peter ¿cuánto más la iba a sorprender aquel hombre?- Hubiera venido ayer como habíamos quedado, pero un problemilla de última hora me lo impidió, teniendo que retrasar mi visita hasta esta mañana.
Mariana no escuchó la explicación de su madre. Había tomado asiento de forma mecánica y observaba la taza que el criado acababa de colocar ante ella, llena de humeante chocolate.
La había complacido, el día del enlace le había pedido que invitara a su madre y él lo había hecho, por darle el gusto. Seguramente eso había sido lo que había ido a hablar con Don Nico cuando la fue a buscar a su casa. Ella había estado dispuesta a pensar lo peor de él y estaba descubriendo que era un hombre, además de apasionado, de palabra.
Se mordió el labio inferior, después de todo parecía que se había equivocado del todo al prejuzgar al marqués. ¿Habría más sorpresas agradables sobre su esposo y su carácter? Esperaba que sí, porque aunque le costaba reconocerlo, comenzaba a gustarle lo que había descubierto hasta el momento.

-No pareces muy ilusionada con la visita de tu madre, Mariana -apuntó Peter un tanto decepcionado.

-¡Oh! disculpadme -se excusó a la vez que dejaba aflorar una sonrisa estupenda que le iluminó el rostro y a Peter le calentó el pecho- Realmente me parece maravilloso que mamá pueda acompañarme durante unos días -añadió dirigiendo su mirada hacia Emilia- ¡Gracias! -dijo volviendo a mirarlo al él.

El calor que se había instalado en su pecho con la sonrisa de Mariana, se extendió por el resto del cuerpo al contemplar la verde mirada de su esposa cargada de agradecimiento.
Se limitó a asentir y con dificultad apartó la mirada, carraspeó y apartando el plato que tenía ante él se puso en pie.

-Tengo asuntos que atender, si me disculpan -lo que menos le apetecía en esos momentos era irse, pero si continuaba en el salón y su esposa seguía mirándolo de aquella manera, terminaría siendo más que evidente el deseo que lo inflamaba por dentro y que ya comenzaba a manifestarse de forma demasiado evidente- nos vemos a la hora del almuerzo.
Mariana asintió y casi al instante lo vio desaparecer de la estancia.

-¿Te encuentras bien? Te noto extraña -preguntó Emilia a su hija una vez se quedaron solas- ¿Va todo bien entre el marqués y tú?

-Todo lo bien que se podía esperar.

La ambigua respuesta de su hija no la sacó de dudas, pero conociéndola como la conocía, no podía significar que las cosas fueran mal, las miradas que habían cruzado entre ellos, al menos, así se lo hicieron ver.
Con una ligera sonrisa de satisfacción en los labios, se llevó la taza hasta ellos y disfrutó del suculento y sabroso brebaje.
Tenía que admitir que por una vez en la vida, las acciones de Nico no habían sido un error.

Continuará…

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